El desafío de pensar una Inteligencia para la democracia
Por José Schulman Sep. 27, 2020
En medio de la pandemia, el crecimiento de las acciones desestabilizadoras y las propias limitaciones del gobierno y el Frente de Todos, se está librando una batalla de trascendencia histórica, tan histórica que si el gobierno tiene éxito en su objetivo de limpiar los sótanos de la Inteligencia, los sótanos de la democracia, marcará un antes y un después, casi como el Juicio a la Junta de Comandantes que aunque no quebró la impunidad de una vez, marcó el comienzo de un proceso de luchas por la memoria, la verdad y la justicia al que las derechas jamás pudieron detener, ni siquiera con los decretos de impunidad de Alfonsín y Menem.
Si alguna singularidad tiene la Argentina desde el punto de vista del desarrollo político cultural es la existencia de un movimiento anti sistémico, anticapitalista, ya para finales del siglo XIX. Conviene no subestimar que el primero de mayo de 1890 se celebró en Buenos Aires, Bahía Blanca, Rosario y algunas otras localidades el primer Primero de Mayo de la historia universal, marcando una presencia temprana del pensamiento crítico y las organizaciones obreras. Esa acción de resistencia desató una oleada de actos represivos de todo tipo, incluyendo los legales. Un célebre escritor, Miguel Cané, sería el autor de la Ley 4144, la Ley de Residencia destinada a expulsar por vía administrativa (sin juicio ni nada parecido) a los inmigrantes indeseables, los que luchaban y organizaban mutuales, sindicatos, centros culturales socialistas y anarquistas. Para aplicar el procedimiento solo había que calificar a las personas y para ello ya existía un poderoso aparato de espionaje, provocaciones y represión: el proto aparato de inteligencia del Estado argentino que no dejaría de crecer y crecer, como casi todos deberían saber.
Pero fue después del primer golpe de Estado, del 6 de septiembre de 1930, que se crearía la Sección Especial de Lucha contra el Comunismo como un aparato policial con capacidades de acción y de espionaje. Fue en ese miserable antro que un comisario aún más miserable, el hijo del escritor Leopoldo Lugones, inventaría la picana eléctrica, uno de los grandes aportes del fascismo criollo a la causa universal de la infamia. El hijo inventor se llamaba Leopoldo Lugones, hijo, le decían Polo y su nieta Pirí Lugones sería con el tiempo víctima fatal del invento de su padre: asesinada por los grupos de tareas de la dictadura en una especie de profecía autocumplida de la muerte.
Los Servicios, con distinto nombre y ubicación burocrática (del Estado, del Ejercito, de la Marina y de la Fuerza Aérea, de cada policía provincial, etc) no dejarían de crecer desde 1932, a saltos con cada golpe de Estado (recordemos:1930/1943/1955/1966 y el fatídico de 1976) pero también con los gobiernos civiles que nunca interrumpían el ciclo de crecimiento. Casi todos los estudiosos coinciden en que fue este aparato de “inteligencia”, con todo el apoyo del gobierno militar y apoyado por los Servicios del Imperio y sus acólitos de Chile, Paraguay, Brasil, Uruguay y Paraguay, los socios del Plan Cóndor, el arma principal con que la dictadura ejecutó su Plan de Exterminio expuesto hasta con detalles en el Anexo II de Inteligencia del Plan de Operaciones del Ejercito de octubre de 1975.
Uno de los pocos consensos entre los partidos políticos que asumieron la conducción del Estado argentino en la post-dictadura fue el acuerdo sobre dejar atrás la doctrina de seguridad del Estado, el rol del Ejercito como ordenador social y hasta separar al Ejercito de las acciones de inteligencia interna, pero no tocaron el aparato de inteligencia heredado. La traición de Stiusso y el caso Nisman reveló, entre tantas otras cosas, la continuidad de un aparato contaminado por las derechas, los negocios y la “embajada”. Su rol en el modelo de dominación macrista fue denunciado por casi todos los organismos de derechos humanos y constituyó parte del programa real de luchas antimacristas que el Presidente Fernández asumió en su primer discurso ante el Congreso de la Nación.
Los atentados impunes contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y la sede de la AMIA, en la década menemista; el asesinato de Santiago Maldonado y el armado de causas judiciales por parte de un verdadero sujeto gris donde confluyen y se confunden los espías de la vieja AFI (la previa a la intervención actual), policías torturadores y delincuentes incorporados de un modo masivo por Arribas y Majdalani, operadores judiciales que van desde fiscales a miembros de la Corte Suprema, periodistas a sueldo y políticos de la derecha criolla, definen con precisión lo que ha sido hasta hoy esta agencia de inteligencia al servicio de los proyectos coloniales como el menemista o el macrista, con fuerte dependencia de agencias extranjeras como las de Estados Unidos, la CIA e Israel, el Mossad.
El movimiento de derechos humanos, junto con agrupamientos de abogadas y abogadas, juezas y jueces, el movimiento obrero, social y popular denunciaron cada uno de estos actos de persecución que al mismo tiempo eran ilegales, perversos y construían una falsa realidad para el consumo de los millones de personas bombardeadas desde un dispositivo cultural que excede largamente al comunicacional. En su lucha contra lo que el Poder Real de los Estados Unidos considera reales o potenciales contendientes, se libra una guerra verdadera de cuarta dimensión por la integralidad de sus acciones. En el centro de esa guerra están los servicios de Inteligencia, que expresan de un modo concentrado, potenciado digamos, la decadencia de un sistema político, cultural, económico, civilizatorio que ha transformado todo en el campo de batalla por su supervivencia, que equivale a la muerte de todos nosotros. Los servicios de inteligencia son una cloaca.
Ese mandato contra la impunidad fue asumido por Alberto Fernández en su discurso inaugural de las sesiones parlamentarias del siguiente modo: “Por eso hoy vengo a manifestar frente a esta Asamblea y frente a todo el Pueblo Argentino, un contundente Nunca Más. Nunca Más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores judiciales, procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos. Nunca más a una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos del poder de turno. Nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones políticas, ni a una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno. Lo digo con la firmeza de una decisión profunda: nunca más es nunca más. Porque una Justicia demorada y manipulada significa una democracia acosada y denegada. Queremos una Argentina donde se respeten a rajatabla la Constitución y las leyes. Queremos que no haya impunidad, ni para un funcionario corrupto, ni para quien lo corrompe, ni para cualquiera que viola las leyes. Ningún ciudadano por más poderoso que sea está exento de la igualdad ante la ley. Y ningún ciudadano, por más poderoso que sea, puede establecer que otro es culpable si no existe debido proceso y condena judicial firme. Lo digo y reitero con la firmeza de una convicción profunda. Nunca más al Estado secreto. Nunca más a la oscuridad que quiebra la confianza. Nunca más a los sótanos de la democracia. Nunca más es nunca más”.
Lo apoyamos con entusiasmo porque ya en mayo de 2019, nuestra organización, la Liga Argentina por los Derechos Humanos, había hecho un diagnostico muy parecido y levantamos una bandera histórica: basta de Servicios, basta de tortura, basta de espionaje contra el pueblo: punto dos del Programa de emergencia para la transición a la democracia verdadera: Fortalecimiento de los ámbitos constitucionales encargados de defender la democracia. Disolución de los actuales servicios de Inteligencia caracterizados por su permanente labor de creación de falsas noticias e informes que alimentan y sostienen la acción de estigmatización, persecución y represión a las fuerzas populares. Los servicios son la fuente de los fake news y el lawfare, mentiras y causas fraudulentas.
La designación de Cristina Caamaño, sus primeras acciones y la continuidad de las mismas han ido en la dirección proclamada y reclamada por las fuerzas democráticas de la Argentina y el mundo.
En un artículo en el diario La Nación, la interventora Caamaño realiza balance, hace un diagnóstico y traza un camino que no puede menos que entusiasmar. Me remito a su lectura y solo copio un párrafo casi final: “¿Para qué sirve la AFI? El camino emprendido nos lleva a responder que donde antes había espías buscando argumentos para extorsionar, debemos incorporar a profesionales de distintas ciencias altamente calificados que produzcan conocimiento sobre aspectos estratégicos que le permita al Presidente tomar decisiones con información de calidad; donde antes había impunidad, debemos garantizar el respeto por las garantías constitucionales; donde antes había corrupción, debemos sumar transparencia; donde antes había persecución ideológica, debemos poner el foco en la reunión de información sobre las fortalezas y debilidades de la Argentina en el escenario internacional”.
No puedo dejar de mencionar dos cuestiones que nos han afectado directamente. La Liga fue fundada en 1937 como una organización plural, democrática y antifascista por lo que hemos estado sometidos al espionaje, la infiltración, las provocaciones y el castigo a nuestras y nuestros militantes. Para nuestro 80°aniversario, la Comisión Provincial por la Memoria nos entregó copias de más de 500 documentos de los Servicios de Inteligencia que daban cuenta de que éramos espiados de manera continuada. Con gobiernos militares y civiles; pero en octubre de 1975, cuando se aprobó el Plan de Operaciones, la Liga no era considerada un organismo de derechos humanos, casi el único con historia para esa época, sino un objetivo a exterminar, en el mismo orden de prioridades que las organizaciones político militares como Montoneros o el Ejército Revolucionario del Pueblo. Y bajo el macrismo lo mismo. Fuimos espiados cuando íbamos a visitar a los presos políticos, cuando protestábamos por Santiago Maldonado. No es que nos sorprendamos o nos quejemos, pero hay algo particular entre ellos y nosotros.
Finalmente, en los juicios realizados en Santa Fe contra el grupo de tareas que operaba en el centro clandestino La Cuarta, se demostró que ese grupo, encabezado por el Curro Ramos pero del que formaba parte alguien que llegó a ser Juez Federal de la Nación, Víctor Hermes Brusa, era parte del departamento de Inteligencia de la Provincia de Santa Fe y yo fui uno más de sus incontables víctimas.
Como dijera el Curro Ramos en el juicio al justificar mi detención, tortura y encierro: “Los subversivos ideológicos eran los más peligrosos”. Tenía razón, nuestra lucha terminó poniéndolos en el banquillo de los acusados, no faltaremos a la cita de la historia. Ahora es cuando podemos terminar con esta cloaca.
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