Violentando todas las normas del derecho internacional y las prácticas civilizadas, los EEUU acaban de bombardear salvajemente, con decenas de misiles Tomahawk de crucero, el territorio soberano de la República Árabe Siria.
Se trata de un acto de carácter unilateral e irresponsable que se encuadra claramente en el concepto de agresión.
Es evidente que el incidente del uso de armas químicas ha sido preparado detalladamente para servir de pretexto a esa brutal intervención, que sigue la línea de las anteriores en Irak, Afganistán y Libia, cuando en el caso del primero de los países mencionados, todavía no se encuentra el arsenal de armas letales que fue argumento para las llamadas guerras del Golfo.
Desde Washington, con acuerdo bipartidario, se estaba apoyando en Siria a grupos terroristas, como el autodenominado Estado Islámico, con el confesado objetivo de derrocar al Presidente Bashar Al Assad y, previa la destrucción de la infraestructura y las instituciones, darle a esa tierra el destino de Libia: un país fracturado y dominado por diversos grupos armados que garantizan la extracción de petróleo a las corporaciones de los EEUU y Europa.