El discurso pronunciado por la presidenta Cristina Fernández en el multitudinario acto de Vélez tiene un significado muy importante para la coyuntura que enfrenta el país y merece unas primeras consideraciones.
Más allá de la importancia de realizar un recuento de las medidas más significativas tomadas por su gobierno y defender lo actuado, de buscar precisar el concepto de sintonía fina vinculándolo con el de profundización y de rescatar la inserción del proceso argentino al latinoamericano, reivindicando la acción antiimperialista más importante de los últimos años como fue el rechazo al ALCA concretado en la contracumbre de Mar del Plata en 2005, la consigna que convocó al acto y el contenido del discurso deben ser valorados con un sincero optimismo.
Unidad y organización fueron los conceptos centrales del mensaje y refieren directamente a la tarea de carácter trascendental que enfrenta el pueblo argentino.
Unidad y organización para construir y fortalecer una fuerza que pueda sustentar un proceso de cambios que, para no retroceder, debe enfrentar exitosamente los embates combinados de la crisis capitalista internacional y de la derecha que busca impedir que se avance en las transformaciones de carácter estructural necesarias para terminar con la matriz neoliberal aún vigente en amplios sectores de la economía nacional.
Estos embates se perciben con claridad en las reacciones desatadas por los grupos de poder ante este importante primer paso en el camino de la Soberanía Energética, que es la recuperación del 51% de las acciones de REPSOL-YPF.
El llamado a la unidad popular realizado por la presidenta genera fuerzas y entusiasmo en los sectores populares, ya que la carencia de unidad y organización aún representa el talón de Aquiles de nuestras luchas, y esta carencia ha favorecido los avances del enemigo.
A nuestro entender, el discurso de la presidenta, de forma y contenido inclusivo y constructivo, tuvo un dato central que es el reconocimiento de la pluralidad como un elemento positivo, por lo que entendemos que el proceso de construcción y organización de la unidad debe tener un carácter frentista, amplio, inclusivo de todos los sectores del campo popular que, en un camino de debate y lucha, elabore un programa profundo y contenedor que se proponga cambios estructurales contra las lacras que nos legó el neoliberalismo y que, incluso, pueda abrir la puertas para iniciar un proceso anticapitalista en el país.
El contenido del discurso, de las consignas expresadas, hacen que se fortalezcan las expectativas y ofrecen mejores condiciones políticas para enfrentar los difíciles momentos económicos que se avecinan en el contexto de la crisis capitalista mundial.
Se trata de interpretar este mensaje sin sectarismos, aportando cada uno desde su identidad a la construcción del necesario Frente de Liberación Nacional y Social.
Reiteramos nuestro convencimiento de que los procesos antiimperialistas en curso hoy en América Latina tienen dos exigencias cruciales: radicalizarse para no retroceder y crear la fuerza y organización popular que los defienda y los sustente.
Patricio Echegaray